Dejaron de acercarse los de siempre porque había caído algo. Aquella mañana, por motivos diversos fueron hasta allí, donde está a punto de bañarse todo y arrastrarse algo. Él por obligación, se lo habían dicho en el parte: ‘que la ribera quede sin nada a la vista’. Ellos porque la crudeza de las losas en onda estaban más que vistas y transitadas, y como a la vista no había a quién poder molestar uno de los dos, el más bajito, pues era el momento de transitar sobre suelo mullido.
Era la orilla de siempre, que en realidad por el lame-lame de cada día nunca es la misma. Entonces vamos a decir que era la otra orilla. No la orilla contraria, ni la orilla de enfrente, que la hay, sino la otra orilla, que… jolín, y pese a todo, es la orilla de siempre, ¿o no?