Bajaba aquel día el rey moro
a las seis de la mañana
caminito de la mar
para acercarse a la playa,
cuando una tropa dispar
el camino le ocupara.
Era una humilde familia
que con feliz algazara
iban a pasar el día
cerca de la mar salada.
-¿A do vais? preguntó el rey.
-¡Vamos todos a la playa!
Contestó el “páter familias”
que la tropa comandaba.
-¿Quien sois y como os llamáis?
volvió a indagar el monarca.
-Aquí, Pepa, mi señora.
La Jessy, la Vane, Ahinara
que es como decir en vasco
golondrina que volara.
Y estos: el Richard y el Kevin
los zagales de la casa.
La de la silla de ruedas
es la abuela. Doña Ana.
Y aquel con cara cansino
que se arrastra dentro un chandall
es el Paco, mi cuñao,
que se pega como lapa
en cuanto huele a tortilla
y ve coger las toallas.
-¿Y como a tan prontas horas
vais camino de las aguas?
Volvió a preguntar el rey.
-¿Es que acaso no sabéis
que con todo lo que pasa
de la pandemia del virus
que tanto a la gente mata
tan solo pueden entrar
mil personas en la playa?
Respondió presto el paisano.
Y no se puede jugar
con la pelota o las palas
ni usar nuestros flotadores
de patitos, ni piraguas,
ni cámara de un tractor
que cuando está bien hinchada
cabemos dentro los ocho
para disfrutar del agua.
Solo se queda la abuela
en la orilla de la playa
para guardar la comida
bien sentadita en su hamaca
con la nevera fresquita
a su vera bien tapada.
Pues difícil lo tenéis
les aseguró el monarca.
Si es cierto lo que decís
y mi memoria no falla
“Un verano de secano”
os espera junto al agua
Y marchóse a darse un baño
Fresquito en la en su Alcazaba.
Alí Caído (El morisco deprimido)
Muy bien traido, muy bien llevado.