Hubo un tiempo que vuelve, ahora que la climatología tiene locos a los humanos y a los adivinados. Vuelve, parece la palabra clave de un anuncio de un dulce de la Pascua de Navidad, pero no estamos en eso, lo saben, por las vacas de los niños (las vacas de los niños no mugen pero hacen mucho ruido, ya se entienden). Nos desplazamos a la Pascua de Resurrección que va coincidir, qué irónicos son los astros, con el ayuno voluntario de los que creen en Alá. Solo en una semana.
Entre los mitrados que creen en Jhavé, y que están ‘revolucionados’ según unos conferenciantes de internet donde participa un tal padre Góngora sin moverse de su silla, que quisiera fuera sillón episcopal cedido por Pedro, los mitrados, decía, van a ir desplazándose ante sus parroquianos, igual que la iconografía del Dios hecho hombre que será portado por hombres y mujeres bajo faldillas y ante nucas de arpillera y alfajías, una construcción de la conciencia a gota gorda; lo que da paso humano a figuras de madera. El tiempo vuelve: lo saben los santos, los curas, las vacas de los niños, Alá y Jhavé, y la cuenta familiar también. ¡Nos vemos a la vuelta!